miércoles, 13 de noviembre de 2013

MODELO EDUCATIVO DE CHINA, COREA DEL SUR Y FINLANDIA



Los tres son muy reconocidos en el mundo de la educación porque ocupan los primeros lugares en los rankings de la prueba del Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés), que mide competencias de Lectura, Matemáticas y Ciencias entre jóvenes de 15 años, así como el Índice de Habilidades Cognitivas y Logro Educativo (2013) elaborado a partir de varias pruebas internacionales de rendimiento escolar.



China (Shanghái, Hong Kong)
La educación obligatoria en China llega hasta los 15 años de edad y se inicia a muy temprana edad. Niños de 2 y 3 años permanecen largas jornadas en instituciones pre-escolares cuya misión fundamental es preparar a los niños para la exigente vida escolar que les espera por delante. Desde corta edad se familiarizan con nociones básicas de lectura y escritura, cálculo y —cada vez más— inglés.

El modelo escolar chino enfatiza la memoria y aplica profusamente pruebas estandarizadas. Los estudiantes viven bajo constante presión no sólo por aprobar dichas pruebas sino por ubicarse en los primeros lugares, de lo que dependen sus futuras posibilidades de estudio, trabajo y estatus social. El examen para ingresar a la universidad (gaokao) es exigente y selectivo. China está empeñada en crear una nueva generación de graduados universitarios, en cantidades y con una inversión nunca vistas hasta hoy, habiendo logrado colocarse como líder mundial en producción de doctores. La calidad es una preocupación creciente: cada profesor se encarga de supervisar a 5,77 candidatos.

La calidad de la educación en China varía bastante entre zonas rurales y urbanas así como según la capacidad económica de cada familia para pagar por servicios suplementarios al sistema escolar público o para optar por escuelas privadas. Shanghái no es representativa de lo que ocurre con la educación en el resto del país. Más de 80% de los estudiantes de secundaria de Shanghái toma clases particulares después de asistir al colegio; la mayoría dedica entre 3 y 5 horas diarias a hacer tarea. Todo esto pone gran presión no sólo sobre los estudiantes sino sobre las familias, y especialmente sobre las madres, uno de cuyos papeles sociales es contribuir a asegurar el éxito escolar de sus hijos.

La obsesión con el estudio y los puntajes tiene serias consecuencias en la salud mental de niños y jóvenes. Los niños chinos tienen altos niveles de depresión; un estudio encontró que 50% de los adolescentes en Hong Kong la padecen. A las altas tasas de suicidio generadas por el estrés y la competencia, se agregan recientemente casos de asesinato en los campus universitarios (y hasta leemos sobre el envenenamiento de dos pequeñas por la competencia entre dos jardines de niños). Mientras que los rankings internacionales proyectan una imagen envidiable del sistema escolar, la insatisfacción de la sociedad de Hong Kong con su educación es alta y crece, según revelan estudios, encuestas y testimonios en los últimos años. La última reforma educativa emprendida por el Ministerio de Educación —llamada “reforma verde” (junio 2013)— apunta hacia un nuevo marco de evaluación escolar que —entre otros— reduce el uso de las pruebas estandarizadas y recurre a otros indicadores.



Corea del Sur
Corea del Sur ha dado un salto espectacular en educación en las últimas seis décadas. Esto se ha logrado con políticas consistentes y perseverancia, pero también a un alto costo social. Igual que en China, más tiempo (de enseñanza, estudio, tareas) se considera esencial. El sistema escolar tiene un calendario extendido y largas jornadas diarias, seguidas de tres o más horas de tareas o clases particulares. Se estima que los estudiantes surcoreanos estudian 10 horas diarias, 50 horas a la semana, 16 más que en los demás países desarrollados, entre clases regulares y refuerzo escolar. Los profesores son bien remunerados (mejor que en Finlandia) pero trabajan bajo mucho estrés y con grupos numerosos.

Igual que en la mayoría de países asiáticos, un sistema escolar paralelo (shadow education system) opera y crece a la sombra del sistema escolar público: academias privadas (hagwons) que ayudan a hacer las tareas, preparan para las pruebas, refuerzan contenidos escolares (sobre todo de Matemáticas) o avanzan más allá de lo aprendido en el aula, a fin de que los alumnos-clientes destaquen en su grupo de pares y puedan acceder a universidades prestigiosas, lo que es indispensable para escalar socialmente. Después del horario escolar, dos de cada tres estudiantes coreanos asiste a estas academias, a menudo hasta la noche (una ley prohíbe a estas academias funcionar más allá de las 10 p.m. y antes de las 5 a.m.). Sus costos varían mucho, pero son lo suficientemente altos como para filtrar a los estudiantes con menores recursos y para obligar a las familias a hacer grandes sacrificios económicos. En 2012, según datos de la municipalidad de Seúl, la capital, 73,5 % de los alumnos de primaria y secundaria en la ciudad recibieron servicios privados suplementarios, con un gasto promedio de 387,87 dólares. A nivel nacional, en 2012 los padres de familia gastaron 17,5 billones de dólares en clases particulares para sus hijos.

También aquí, el costo social y psicológico está a la vista. Agotamiento y déficit de sueño afectan a millones de estudiantes. Corea del Sur tiene una de las tasas más altas de suicidio y depresión adolescente entre los países ricos. El suicidio es hoy la principal causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 24 años. El punto culminante de la tensión escolar está alrededor del tercer año de la educación secundaria, que es cuando los estudiantes deben tomar el examen de ingreso a la universidad (suneung). Una encuesta realizada por el Institute for Social Development Studies en la Yonsei University de Seúl, divulgada en 2011, reveló que los adolescentes coreanos son los que se sienten más infelices entre los adolescentes de los países de la ocde. La alerta nacional ha llevado al gobierno a plantearse la necesidad de introducir cambios estructurales al modelo educativo. Entre otros, la decisión de digitalizar los textos escolares y el plan de estudios, anunciada en 2011, fue retirada en 2012 al constatar que ni los estudiantes ni los profesores estaban listos para tal desafío.


Finlandia
Finlandia es un país pequeño (poco más de 5 millones y medio de habitantes) ubicado al norte de Europa. En los últimos años, Finlandia destaca en los rankings mundiales referidos no sólo a la educación sino a muchos otros ámbitos: desarrollo humano, calidad de vida, equidad de género, cuidado infantil, condiciones para la maternidad, acceso a Internet y banda ancha, transparencia, baja corrupción, alta competitividad internacional, entre otros.

Todo el sistema escolar es público y gratuito, desde la educación inicial hasta el fin de la universidad, incluidos costos de transporte, alimentación y refuerzo escolar en la propia institución. Incluso las pocas instituciones privadas son financiadas por el Estado y son gratuitas.

Finlandia promueve la cooperación y no la competencia (entre alumnos, entre profesores, entre instituciones), y da prioridad a la equidad sobre la excelencia (todos los alumnos deben tener igualdad de oportunidades, nadie debe quedarse atrás, “toda escuela, una buena escuela”). El bienestar emocional de los estudiantes —aspecto ignorado en las evaluaciones de PISA— es tanto o más importante que su rendimiento escolar.
La escolaridad empieza a los siete años; hasta esa edad, la prioridad es el juego. La enseñanza se realiza en grupos pequeños (no más de 20 alumnos) y en un ambiente relajado. Se desincentiva la memorización y se estimula el pensamiento, la creatividad y la autonomía de alumnos y profesores. El año escolar es uno de los más cortos de los países de la OCDE, al igual que la jornada escolar diaria; el tiempo de recreo es el más largo. Se reducen al mínimo los deberes en casa en los primeros años. No se aplican pruebas estandarizadas. Los alumnos son evaluados por sus profesores con base en su criterio profesional y en pruebas y otros instrumentos que elaboran los propios docentes. Los maestros son evaluados por colegas más experimentados y reciben de ellos feedback. No existe “pago por mérito”. No hay supervisores ni inspectores; la sociedad finlandesa confía en el profesionalismo de sus docentes. Las investigaciones muestran altos niveles de satisfacción de las familias finlandesas con la educación nacional. 90% de la población dice confiar en el sistema escolar público (en E.U. apenas 29%, según una encuesta Gallup). Síntomas de fatiga que empiezan a percibirse entre la población infantil y adolescente son atribuidos al excesivo tiempo dedicado a hobbies y a mayor estrés de los adultos en la familia, antes que al sistema escolar. Se ve con preocupación, asimismo, el elevado costo de las actividades extracurriculares, como fuente de tal desigualdad.

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